martes, 21 de diciembre de 2010

Casino militar

Hace bien poco se ha celebrado el centenario de la Gran Vía madrileña, esa ruidosa y empinada calle que tanto se menciona en las canciones de nuestras más preclaras bandas y solistas, desde Sindicato del Crimen a Antonio Flores. Hace bien poco, como decíamos, Don Juan Carlos primero y Doña Sofía después, conmemoraron tan sonada fecha junto con nuestro querido alcalde-faraón Don Alberto Ruiz Galla-ardón.


Y como la cosa va de insignes figuras, seis años después de dicha inauguración vial, el rey Don Alfonso XIII de Borbón al tiburón inauguraba a su vez el Centro Cultural de los Ejércitos, más comúnmente conocido por Casino Militar, sito en el número trece de esta rúe de percebes.


El segundo piso de este singular edificio mantiene un restaurante de menú de acceso diario poco conocido en ámbitos no castrenses. Sólo el recorrido por la escalera ya merece la pena. Armaduras, tapices, alfombras, mapas, banderas, documentos y todo lo que uno puede esperar de un lugar como este. Y Alfonso XIII. Alfonso XIII por todas partes, hasta en la sopa, literalmente, que dicen que hay una loza especial desde la que el pelón (como le llamaban en Cuba) te observa mientras tomas el caldo que le cubre.


Y como la cosa va de centenarios, al menos una docena de ellos aguardaban pacientemente (como si les sobrara el tiempo) en el guadarropas previo, momento que aprovechamos para colarnos de turno y asomar por el salón, preciso instante en el que fuimos interceptados por un amable camarero que ponía en duda que pudiéramos comer allí por no haber reservado mesa. Nos miramos nuestras barbas, melenas, deportivas, forros polares y demás parafernalia elegante que pertrechábamos y no salíamos de nuestro asombro de que fueran a ejercer el derecho de admisión sobre nosotros. Por suerte (para ellos), otro camarero nos hizo una seña y nos situó en una iluminada mesa junto a una balconada sobre la madrileña calle Clavel.


Soportando algunas bromas estilo "al final os van a dar de comer, eh" del primer camarero que nos trató de placar cuando corríamos hacia la línea de ensayo, decidimos nuestro almuerzo y una ansiosa camarera ultramarina nos tomó nota.


Primeros: Sopa de marisco y Canelones Bologñesa (sic) x2
Segundos: Flamenquines con ensalada, Albóndigas a la jardinera y Revuelto de champiñón con gambas
Postres: Natillas y Tarta de Trufa x2

Manteles y servilletas de tela bien, unidad de pan de la buena bien, vino rasponcín y templadete, regular.



La sopa tenía un punto de sal extra que podían haberse ahorrado. Afortunadamente, los calamares no eran, como a veces ocurre por esos bares de dios, cámaras de bicicleta cocinadas, y su ternura era de agradecer. Los canelones bologñesa (sic) eran... ¿cómo lo diría? Más criogenizados que la octogenaria fauna que poblaba el recinto. Congelados, vamos. Y para rematar flotaban sobre una ciénaga de tomate frito de brick que anulaba todo glamour al plato, descafeinado e insípido de por sí.


En cuanto a los segundos, lo mejor las albóndigas. Los flamenquines también parecían congelados y la ensalada desangelada, y el regular revuelto, encima, sufrió un penoso accidente siendo cubierto por una pequeña montaña de pimienta negra que salió cual erupción siciliana de un bote especiero torpemente manejado y peor conservado.




Sin embargo, y como guinda final, los postres también eran grises e insípidos, como de buffet en un hotel de la costa. Menos mal que para pagar estuvimos insistiendo un buen rato a la retaila de camareros que pululaban por toda la sala, ninguno de los cuales nos prestaba la más mínima atención. Medio al asalto, entregamos 30 eurazos a uno bajito con bigote que desapareció con ellos y no volvimos a saber nada de él. Al cabo de un buen rato nos trajeron las vueltas. Erróneas. Al cabo de otro rato aparecieron con las vueltas correctas, momento que aprovechamos para salir disparados pensando que para volver aquí, hay que traer a alguien que quiera ver un sitio curioso y que no tenga mucha hambre.




Casino Militar
Gran Vía 31 Madrid
Precio 9 €
Calificación: Suspenso




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lunes, 20 de diciembre de 2010

Tábara

Sorprende pasearse por la centriquísima calle de San Bernardo de Madrid y toparse con un bar exhibiendo un menú de tan sólo 8,50 €. Mucho hemos sufrido los que habitamos la capital del reino en cuando a emolumentos hosteleros por obra y gracia de la maravillosa burbuja inmobiliaria que hemos disfrutado y que nos ha hecho pasar, entre otras cosas, de un café 100 pelas a un café un euro (y ya ni eso). Porque claro, a un señor empresaurio hostelero que paga 3.000 lereles de hipoteca por su magnífico unifamiliar en donde-cristo-perdió-el-gorro de la serena de abajo no vayas a pedirle cafés por un euro ni menús del día por menos de 10, máxime si su local está en plena calle céntrica con miriadas de transehúntes pasando por delante.




Buen precio, atractivos platos, e inagotable espíritu aventurero nos hizo colamos rápidamente en el comedor del bar dispuestos a darles una oportunidad. Un vino muy bebible y unas hermosísimas tajadas de pan hicieron el resto. La alea estaba jacta.


Primeros: Sopa de marisco y Lentejas estofadas
Segundos: Pollo asado y Salmón a la plancha
Postres: Mandarinas (x2)




Primeros calientes y sabrosos, todo en su punto para disfrutar enormemente de la comida envueltos en conversaciones trascendentales y cábalas mil sobre la vida y la muerte. Todo acompañado de abundante pan y generoso tinto de invierno.



Casi sin darnos cuenta, andábamos liados con los segundos y pidiendo otra caserita para enjugar bien la comida. Las mandarinas del postre estaban muy aceptables, las seis.
Seguro que volveremos muchas veces.



Cafetería Bar Tábara
San Bernardo 21 Madrid
Calificación: Aprobado alto (dejamos el notable para la próxima visita, no sea que...)
Precio 8,50 €




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